No me gusta

Hace poco llegué por casualidad a weblog.com.ar (no es el directorio weblogS.com.ar).

A primera vista es una vitrina de Periodismo.net, donde dan cursos a distancia sobre temas relacionados al periodismo, pero aparte de eso publican varias notas al día.

Mi problema es que no citan jamás sus fuentes. Habitualmente las notas son traducciones de News.com (C|Net), The Register, Ars Technica y otros medios que realmente invierten recursos en obtener/generar las noticias. Esta gente jamás lo reconoce y hasta firman las notas con nombre propio (Aníbal Litvin, por ejemplo).

Para colmo de males, no abren los comentarios, impidiendo que sus robos sean puestos en evidencia.

Si me preguntan, no tengo idea de por qué este site en particular me generó una reacción tan negativa. Quizás es por la forma en que se presentan y vocean sus cursos, quizás es porque leo exactamente sus fuentes. Sólo mi psicólogo, si existiera, podría saberlo.

dios, por qué los creaste?

Por qué los creaste estúpidos?

Muchas veces la calidad de una obra -teatral, pictórica, musical-, se juzga por el público al que atrae. Así, por más que la puesta en escena y la iluminación fueran grandiosas, los espectáculos (freak shows) de P. T. Barnum tenían un público de educación precaria y niveles altos de alcohol en sangre. Por contraposición, muchas veces encontramos a fanáticos del jazz de lo más elitescos apiñándose en un tugurio de mala muerte, expuestos a hedores y sabores vergonzantes en mesas minúsculas atendidas por meseros carentes de toda cortesía, nada más porque allí se escucha «el mejor jazz de la ciudad».

Desde los medios (o lo que solemos llamar «la opinión pública»), en general se favorece a estos últimos shows mientras que a los primeros se los comenta displicentemente, tachándolos de pasatistas y huecos, opinión que muchas veces comparto.

Podemos hacer lo mismo con otros conceptos? Lean unos párrafos que me robé del New York Times hoy:

Censorship in the Science Museums

Published: March 28, 2005

Big-screen Imax theaters typically offer lavish visual spectacles with bland and uplifting scripts. Their films are seldom the stuff of controversy. So it was a bit of a shock to learn, from an article by Cornelia Dean in The Times on March 19, that a dozen or so Imax theaters, mostly in the South, have been shying away from science documentaries that might offend Christian fundamentalists. Worse yet, some of those theaters are located in science centers or museums, the supposed expositors of scientific truth for public education.

Some of the documentaries whose distribution has been affected by religious controversy include «Cosmic Voyage,» a journey through the far-flung universe, and «Galápagos,» about the islands where Charles Darwin made observations that played a crucial role in his theory of evolution. «Volcanoes of the Deep Sea,» depicting the bizarre creatures that flourish near hot, sulfurous vents in the ocean floor, is the current focus of controversy. It was vetted for accuracy by a panel of scientists and was sponsored in part by the National Science Foundation, a government funding agency, and Rutgers University. It raised hackles by suggesting that life on Earth may have originated at these undersea vents.

Fuente: New York Times (requiere registrarse)
http://www.nytimes.com/

Hasta acá. Ahora pregunto: Si semejantes imbéciles se declaran seguidores de este dios en particular, que desaprueba la exhibición de documentales científicos en museos, alguien podría decirme por qué ignota razón vale la pena unirme a sus filas?

Juro que quiero reírme de todo este rollo, pero cada vez que ensayo una carcajada termino tomándome la cabeza en medio de un mar de incredulidad.

Las manos que mecen el tránsito

Una amiga me contó una historia risueña: Hace unos años durante la realización de una obra en la casa de su familia, uno de los obreros se encontró con un reloj de arena, y preguntó al padre de mi amiga de qué se trataba ese curioso aparato. Al recibir la explicación de su función, y sin salir de su asombro, exclamó «¡Ya no saben qué inventar!».

Similar azoramiento me ataca cuando veo en infinidad de cruceros de la ciudad -debidamente equipados con semáforos en perfecto funcionamiento-, a dos o más policías de tránsito agitando sus manos enguantadas, acompañando el flujo del tránsito vehicular.

Acaso el semáforo no es lo suficientemente claro? Necesito que alguien me diga que puedo ponerme en marcha cuando el semáforo ilumina su disco verde? Necesito pagarle el sueldo a alguien que mecánicamente agita sus brazos durante todo el día al ritmo de los cambios de luz?

Una respuesta piadosa sería: «No, la gente sí entiende los semáforos, pero en ciudades complejas como esta, es necesario que la policía de tránsito colabore con la señalización, para ordenar y facilitar la circulación».

Este hipotético interlocutor miente con toda su hipotética boca. He presenciado atrocidaes perpetradas en esas mismas esquinas, resguardadas por estos personajes. He cometido atrocidades, fruto del apuro o la impericia, bloqueando una intersección, obstruyendo la circulación, deteniéndome donde no debía y demás iniquidades.

Nunca jamás ví a uno de estos policías de tránsito ejercer su autoridad para desatar el nudo. La única vez que uno de los guardianes del tránsito reaccionó frente a mi idiotez, fue para gritarme «Burro!» (a la afrenta de la futilidad de su función agregan el agravio del insulto?). Ninguno de los que ví cambió la dirección de sus brazos y los envió hacia la pluma y el talonario de multas.

Al margen de las exageraciones a las que acudí para dar énfasis a mi postulado, considero que manejo medianamente bien. Trato de no ir muy apurado, no hacer maniobras bruscas, anunciar con suficiente antelación mis maniobras. Me preocupa qué piensan mis colegas conductores de mi manejo, así que cuido las formas, tanto en la ciudad como en la carretera. Dicho esto, una de las cosas que vería con agrado es un aviso de multa alguna vez en mi buzón.

Porque ya que no podemos cambiar el comportamiento del semáforo, estarímos haciendo algo útil con los policías de tránsito.

Mientras eso pasa (y también esperamos que la ciudad haga más eficiente el trámite de pago de multas, y el servicio postal mejora su cartografía para que las multas lleguen, y los ciudadanos descubran que pagar la multa no engorda la cartera de un funcionario, sino que mejora el funcionamiento de una escuela, etcétera), yo me siento un Quijote en una ciudad con molinos de viento en cada esquina.

O están locos…

…o a nadie le importa qué mierda digan.

Hace meses me llama poderosamente la atención una campaña publicitaria de Farmacias Similares de México promocionando su producto Simi Condón.

Parte de ella se centra en la aparición de una vocera del producto, una edecán/modelo/actriz llamada Luz Elena González, en diversos programas de radio y televisión dirigidos a segmentos de nivel socioeconómico medio-bajo y bajo.

Hasta aquí, una campaña como cualquier otra. Cuando esta señor(it?)a comienza a hablar, ocurre uno de los fenómenos más inverosímiles que yo haya presenciado.

Durante el tradicional intercambio que ocurre en este tipo de publirreportajes, la vocera de FSM plantea a la audiencia las ventajas del uso del mencionado condón, por sobre los anticonceptivos de uso específico femeninos. Al comparar las funciones y la efectividad del condón frente a las pastillas anticonceptivas, mi alarma creció a nivele sextraordinarios. Esta empresa, en boca de su vocera, afirma que las pastillas anticonceptivas TRAEN CÁNCER que no deben usarse y que por el contrario, el condón es lo mejor que la humanidad inventó desde la rueda.

En mi opinión, es sumamente irresponsable realizar semejante afirmación, especialmente en un país con problemas de control de natalidad, violencia intrafamiliar, etc. (esta definición puede aplicarse a cualquier país latinoamericano actual).

Trasladar la responsabilidad de la anticoncepción de la mujer al hombre es un paso delicado que debe darse a través de una planificación cuidadosa y un proceso de educación y difusión de información muy amplio.

Consideren este escenario: hombre llega tarde a casa – hombre llega borracho -hombre quiere sexo con la mujer – lo consigue a pesar de la negativa – golpes más, golpes menos, el hombre se duerme.

Alguien dígame: en qué momento de esta «tierna» escena hogareña se produce la pausa necesaria para que se use el condón? En qué parte del intercambio se da el clima para que la mujer pueda poner el condón a su pareja y (a pesar de la pequeña interrupción) todo se vea como parte del «juego amoroso»?

Esta es la realidad (sea diaria o esporádica sólo agrega matiz al problema, pero no lo elimina) de miles de hogares en México y el resto del mundo subdesarrollado. Ahora, si a esto le agregamos que el mensaje a la mujer es «no uses pastillas anticonceptivas, deja todo en manos de tu pareja» me aterra pensar el resultado a largo plazo de esta línea de acción.

Es cierto que un condón es la mejor opción dentro de los anticonceptivos de barrera, y a primera vista su acción es más completa que la de las pastillas, ya que aparte de prevenir embarazos no deseados, protege de enfermedades de transmisión sexual. Pero esto es sólo cuando se utiliza.

En un país donde el machismo recalcitrante es parte de los comportamientos socialmente aceptados y hasta incitados por costumbres y medios de comunicación, la anticoncepción debe defender cuanto bastión le sea posible, en aras de producir un efecto realmente apreciable en la calidad de vida de la población.

Creo que nunca se debería dar el mensaje de abandonar un método en favor de otro, sin importar los intereses económicos que existan detrás de cada uno.

Vergüenza ajena

José Gutiérrez Vivó
Radio Monitor

Ya escuché un par de veces a Carlos Alazraki leer su «carta» los lunes en el programa Monitor de Gutiérrez Vivó.

Yme dio pena. Un hombre adulto, empresario, un asesor de grandes corporaciones haciendo el ridículo en la radio con el fin de autopromocionarse.

Para quienes no terminan de entender: Alazraki escribe una carta todos los domingos y la lee todos los lunes en el programa Monitor. Y parece que no se prepara para ninguno de los 2 eventos.

El texto de la carta carece de toda lógica. La estructura es débil, cuando existe. Lo peor: la lectura. El autor de la carta lee como si estuviera al frente de su tercer grado de primaria, sin ningún énfasis y con entonación pueril (preguntas terminadas «hacia arriba» y demás aberraciones).

Yo podría hacerlo mejor. Si tuviera los mismos incentivos que Alazraki, llámese alimentar el ego, retribución económica, beneficios por figurar en medios, etc., podría encontrar tiempo para dedicarle a mi columna para la radio. Pero contrariamente a lo que se pueda creer, la idea no me atrae para nada.

No busco «desbancar» a Carlos Alazraki y ofrecerme para reemplazarlo. El (discutible) glamour de los medios de comunicación no es carnada para mí. Lo que necesito y exigiré sin cansancio, es que quienes controlan los medios y quienes trabajan para los medios cumplan con su obligación de buscar la excelencia.

Semejante exigencia raya en lo utópico en muchos casos, pero debemos apuntar alto para conseguir lo que deseamos. Soy un consumidor de su producto y uno de los puntos de la medición de audiencias que usan para vender publicidad. Así como de Telmex requiero que mi teléfono funcione a diario, de InfoRed requiero que hagan valer el tiempo que les dedico.

Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de educar mientras informan. Cuando escucho su programa, siento que estoy aprendiendo. Ustedes me informan cada mañana del estado del mundo, cerca y lejos. Con sorpresa descubro hasta dónde llegan la ciencia, la tecnología, y la insensatez de algunos gobernantes.

Toda esa mística se rompe en pedazos cuando escucho a Alazraki y su carta los lunes. Porque no dice nada y lo dice mal. Porque no es especialista de los temas que aborda, es especialista en publicidad y su paso por la radio me da a pensar que no es de los mejores. Es muy probable que mi estrecha óptica no represente la opinión de la audiencia en general, pero imagine cuán grave me pareció la falta, que me llevó a escribir todo esto.

José, creo firmemente que podría tener un gran programa. O por lo menos uno que me guste mucho más. Un primer paso es abandonar los «amiguismos» y «egotecas» en pro de calidad de contenidos y locutores. Sólo el primero.

Imbéciles, abstenerse

Me parece que esta frase va a ser incluída en los avisos clasificados que publique ofreciendo trabajo.

Actualmente tengo 2 búsquedas online: una para programador web jr. y otra para product manager (esta es para un cliente). Las dos posiciones requieren un título universitario, y (espero) un cierto nivel de inteligencia.

De los 50 emails que recibo al día de gente interesada en conseguir el puesto, unos 10 al menos NO INCLUYEN el currículum que afirman adjuntar. Otros 10 o 15 vienen sin indicación del contenido ni del puesto al que aspiran, obligando al pobre asno que selecciona a la gente a abrir y recategorizar cada mensaje.

Y eso es sólo la punta del iceberg. No hablemos de la Hortografía, ni los erorres de apuraod.

Si esta (estimo que buena) gente sospechara cómo voluntariamente minimizan sus posibilidades de conseguir trabajo, no se quejarían tanto de la economía.