A 25 años de Tiananmen

Dice un tango que veinte años no es nada. Dice un aforismo que la juventud es una enfermedad que solo el tiempo cura. Dicen que viajando se fortalece el corazón

Hace 25 años el gobierno chino masacró a más de 2600 estudiantes, para acallar sus pedidos de democracia. Parece una eternidad. Hace 25 años que «Tank Man» detuvo toda una columna de tanques con dos bolsas de supermercado.

Tan poco sabemos de esa época y esas latitudes, y tan efectivo ha sido el aparato estatal chino para desmenuzar el recuento de los hechos, que solo tenemos una foto de ese incidente y más tarde se publicó su versión amplia, que muestra la marea de tanques que mandó Deng Xiaoping para explicarle a los estudiantes que la democracia es de esos vicios occidentales que no van bien con las tradiciones milenarias chinas.

Vista amplia de Tank Man, el ícono de las protestas de la plaza Tiananmen

Vista amplia de Tank Man, el ícono de las protestas de la plaza Tiananmen, por Stuart Franklin

Me admira esa energía irrefrenable que enciende a los estudiantes generación tras generación. Desde La Bastilla hacia adelante, los movimientos revolucionarios han sido «cosa de jóvenes». Desbocados idealistas que chocan contra cualquier poder, casi siempre sin plan ni método. Me duele que casi siempre pierdan, pero es cierto que una cierta estabilidad se agradece.

El Bloody Sunday en Trafalgar Square, el Mayo Francés en la plaza de la Sorbona, los chinos en Tiananmen, mexicanos en Tlatelolco, egipcios en Tahrir, los turcos en Taksim. Parece no haber freno a la energía joven que no acepta barreras artificiales. Mientras ellos tengan banderas que levantar, el mundo será gradualmente un mejor mundo.

Y que nadie se queje de la explosión demográfica, que 20 años no es nada y quizás esté naciendo la generación que por fin nos libere del todo.

Regresar al primer amor

Me parece que es una cuestión de edad: uno se acomoda a las exigencias del mundo hasta que se siente en condiciones de reclamar que el mundo se acomode a uno.

Bárbara comenzó a escribir sobre negocios de nuevo. Yo me dediqué al hosting, como en el ’97.

Nos alejamos de nuestra pasión original por ese capitalismo olímpico que solo entiende el mundo en términos de Citius, Altius, Fortius y permea nuestra vida y nuestra experiencia del mundo. Nos alejamos de nuestra máxima capacidad de aporte cada vez que una empresa dice «Eres el mejor programador que tenemos, por eso a partir de ahora te harás cargo de los presupuestos, compras de equipos y reclutamiento de personal. ¡Felicidades!».

Regresar al primer amor sólo causa sonrisas. Practíquelo.

Kintsukuroi o la vida rota queda siempre más linda

Uno no viene listo para enfrentar los desafíos de su tiempo. Toda la información que recibimos de chicos, viene de gente que tampoco estuvo lista para los propios.

Los da Vinci, los Tesla, Arquímedes y Jobs nos parecen adelantados, visionarios, cuando son simplemente personas que saben descifrar el presente y apropiarse de las posibilidades que tienen al alcance de la mano. Viven intensamente el hoy y se nutren de su entorno, porque si realmente vivieran en el futuro, todo su legado estaría en páginas de libros discutibles.

Aunque parezca una sobresimplificación, no deja de ser un don supremo que nos está vedado a los mortales rasos. Lo mejor que podemos hacer es descubrir esa carencia -o esas posibilidades- cuanto antes, para cambiar con un poco de suerte y viento a favor, el rumbo de nuestras vidas.

Y para intentar explicar por qué arranqué tan etéreo, creo que conviene viajar un poco al pasado.

En los alrededores de mis 5 años de vida, entre algunos ataques de asma y la ausencia suicida de toda prestancia futbolística, desarrollé una pasión voraz por la lectura, sabiamente alimentada por mis padres, que como gran porción de la clase media argentina veían en la cultura el camino más noble hacia la movilidad social.

Ese gusto por la lectura devino también en una visión un poco torcida de la realidad: más de una vez choqué contra el frío mundo (o los fríos nudillos de algún compañero de escuela) porque mi visión literaria de cómo debían ser las cosas no coincidía con cómo eran.

Llamémosle sensibilidad artística, y dejaré entrever que pasé mis años de secundaria y algunos de universidad soñando algunas historias fantásticas y escribiendo poesía de la que no me termino de avergonzar, por no-muy-misteriosas causas. Eso sí, para el teatro, la música y «las artes visuales» como aglutinador de las restantes musas, soy de piedra.

Me he quejado amargamente ya de haber dejado de leer. Lo que aprendí a ver hace poco es que también había dejado de soñar. En algún momento entre 1992 y 2000 pensé (o dejé que fuera pensado en mi lugar) que había que ser práctico, asegurarse un futuro tanto como se pueda y amoldarse a varias ideas preconcebidas de «carrera», «profesión», «vocación» y «éxito».

Acá estoy, con un título de Contador Público que me acercó muchas ventajas prácticas con el correr del tiempo, pero ninguna revelación estremecedora sobre mí mismo. Desde antes de comenzar la universidad yo trabajaba con computadoras y ese fue realmente mi primer amor profesional, pero cuando me tocó elegir la carrera, pensé que estudiar algo relacionado al campo de cómputo era más o menos limitante (1992 en Córdoba, Argentina), versus la posibilidad de conocer las tripas de la operación de empresas y negocios de cualquier ramo.

Lo suelo presentar como una decisión mega-inteligente tomada por un jovenzuelo en extremo maduro para su corta edad, pero -a la distancia- parece más una forma poco sexy de acomodarme a mi entorno que una epifanía.

Que no suene muy dark: he tenido una suerte monumental. Durante toda mi carrera profesional fui el tipo correcto en el momento justo y me funcionó a la perfección. Acepté ofertas e hice apuestas que siempre salieron bien para mí. La cosa es que casi nunca lo hice con amor. Se trataba más de no decir que no a buenas oportunidades que de seguir al corazón.

Cuando uno tiene un hijo, toda la vida cambia. Y Lucca en particular llegó con algunos desafíos extra, que nos costaron mucho en insomnio, tiempo de adaptación y todavía estamos aprendiendo a acompañarlo y allanarle el camino hacia el futuro. Nos paga con sonrisas y sueños brillantes, es un trato justo.

Kintsukuroi

Kintsukuroi

Entonces un día, al azar, me encontré con el concepto de kintsukuroi, que significa «reparar con oro». Es una tradición japonesa, que consiste en reparar objetos de cerámica con una laca que contiene oro o plata, como en la foto. El trasfondo tácito de la tradición es que el resultado es más bello por haber estado roto.

Este futuro que con Bárbara construimos para Lucca, y tooodos esos sueños brillantes que nos regala, son kintsukuroi. No sé predecir el futuro, pero a alguien con semejantes sonrisas solo le esperan cosas buenas.

Volviendo a mí, la cosa es que llevo 21 años desde que conseguí mi primer trabajo y cada vez que me toca recorrer esa historia, lo hago con más distancia, como si estuviera hablando de otro. Todas esas decisiones racionales, convenientes y rentables, tuvieron un «costo de oportunidad» en términos de las nulas ganas que tengo de repetirlas, por ejemplo.

Pero no TODO va tan así, según descubrí hace poco. Resulta que en 1995 conocí Internet, en 1997 renté mi primer servidor en una empresa de hosting (esa es toda otra historia, no tenía tarjeta de crédito y pagaba enviando cheques/giros por correo físico a nvision.com), y desde ahí siempre mantuve vivos varios websites de amigos y clientes, con un gusto inusitado.

El hosting y la ristra de partes móviles que implica siempre fue un hobby para mí. Lo veía como la extensión natural de mi actividad como programador y después facilitador de comunicación. Los pilotos de carreras aprenden de mecánica como la gente que publica cosas en Internet debe saber manejar los cimientos de esas publicaciones.

Ese hobby, me sorprendí, es la actividad profesional más extensa que desarrollé en mi vida. Y también es la actividad a la que siempre regresé. Mientras la programación dejaba de ser central para mí, o la publicidad perdía su encanto inicial, o nomás me ganaba la vagancia, siempre tenía un rato para masajear un server y robarle unos ciclos extra de performance.

Es difícil de explicar, y por eso le estoy dando tantas vueltas al asunto. Me genera una brutal disonancia cognitiva, porque tengo programado en la cabeza que la respuesta «correcta» a la tan temida pregunta «¿A qué te dedicas?» está más cerca de «Tengo una agencia de publicidad» o «Soy el CEO de X empresa» que «Me gusta tontear con computadoras sin interfaz gráfica», especialmente después de 20 años de «carrera».

Preconceptos sociales -artificiales, o’course- aparte, es indescriptible el gusto que me da diseñar plataformas de hosting y lo mucho que disfruto aprendiendo y experimentando sobre ideas nuevas a cada rato. Esta es exactamente la sensación a la que se refiere el refrán/aforismo «Elige un trabajo que te guste, y no tendrás que trabajar ni un día en tu vida», que atribuyen a Confucio. Mientras tanto, mis servers responden a unos 8,000,000 de visitantes al mes, y me divierto como un enano que se divierte.

¿Qué aprendo de todo esto? Kintsukuroi. Tengo que aprovechar los fragmentos «rescatables» de lo que hice hasta ahora, y agregarles el «oro» de estos descubrimientos recientes para ver si logro un resultado más bello que el anterior. Al final, sigo siendo el mismo que ayer, y tengo 21 años de experiencia en tecnología, comunicación y management; lo central es para qué los uso, y predigo que a partir de ahora vienen tiempos apasionantes.

Está bien, acepto que mis pasiones son raras, pero si conoces de alguien a quien el hosting le haya quedado chico, o su WordPress ande leeento, sería un excelente momento para ponernos en contacto. Yo, encantado.

Ya basta de marchas. Falta todo lo otro.

No confundirse: me encantan las marchas. Me fascina que esta juventud que todos creíamos apática y dormida dé estas muestras de iniciativa y estado de alerta.

Me encanta que los lazos tenues que se crean en las redes sociales den paso a conexiones que se hacen reales cuando mil personas alzan la misma bandera sin caudillos ni sobornos.

Todo esto es una maravilla, pero lamentablemente no alcanza para dar vuelta una elección, como le escuché a algunos esperanzados.

Hay dos caminos complementarios para dar vuelta esta elección, ambos extremos, ambos con potencial de ser un punto de inflexión histórico, los dos en manos de estos mismos jóvenes que exudan energía.

Las dos opciones recaen en copiar las tácticas de los partidos políticos. Ellos son expertos en conseguir votos de gente a la que le da lo mismo si los candidatos viven o mueren. Aprovecha las tácticas, desprecia el fin mezquino y el tráfico de influencias.

1- Todos a las casillas de votación
La primera es fácil: invita (y lleva) a la gente para que se presente a votar. Que se rompan los records de asistencia, que cualquiera que resulte elegido, sienta la mirada atenta de un país que no está dispuesto a dejarse arrastrar.

Ganar una elección con el 25% de los votos es como recibir una patente de corso: a la mitad de la población le interesa tan poco el resultado de la elección, que ni se presenta a votar. Te queda un cuarto de «oposición» dividida en dos o más bandos y defraudar a tus votantes es difícil, si se les pagó puntualmente por los votos.

¿Cómo romper el círculo vicioso? Es un poco más fácil que trasladarse a un monumento ignominioso y alzar la voz: alza la voz en tu edificio, en tu vecindad, en tu colonia. Sal a visitar a tus vecinos y parientes, invítalos a votar. Ofréceles tu ayuda si les cuesta movilizarse. Reserva unos pesos durante el próximo mes para hacer unos cinco viajes en taxi entre tu calle y la casilla, para hacerle la vida fácil a los más viejos.

Lucha contra los acarreos y las despensas con un taxi y una sonrisa. Toma la democracia en tus manos, porque es tuya y no de los que se apropian del proceso electoral como si fuera una concesión comercial.

2- Fuego se combate con fuego
La segunda táctica para cambiar el rumbo de la elección también se apropia de las prácticas de los partidos: hay que informar al electorado.

Mientras que los partidos buscan mensajes efectistas e invierten ingentes cantidades de recursos públicos en lanzarse basura mutuamente (cierta o no, sigue siendo basura), también muestran un claro plan de acción para quienes estén interesados en enaltecer el climax de la democracia.

Ya que vas a hablar con tus parientes y vecinos, aprovecha para entregarles información de calidad sobre quiénes son los personajes que esperan ser votados. Si ellos buscan diferenciarse y hacer que sus propuestas no sean comparables, busca presentarlos en un plano de igualdad. Busca los prontuarios del círculo de asesores (y cómplices) que integrarían el gabinete, no te quedes en qué persona va a acceder al gobierno, exhibe también qué maquinaria partidaria se va a instalar con ella.

Si hacen promesas huecas, muestra cuáles de ellas son obligaciones cívicas o impuestas por la posición. Si no son claros en su discurso, ofrece preguntas y perspectivas.

El cambio verdadero es interno
Quizás el efecto neto de estas acciones no cambie el rumbo que hoy se ve en las encuestas, pero creo que es indispensable encauzar esta energía que está chispeando en el ambiente para hacer que la política regrese a la gente y no quede para siempre en la vitrina de la TV.

Es necesario llevar las voces y los ánimos lejos de la calle, lejos de las masas y plazas públicas, cerca de la mesa familiar. La política se limpia cuando forma parte de la conversación de quienes cuelgan la ropa en una azotea y crece cuando está presente en los espacios más íntimos, las charlas entre hermanos, la mesa del café.

Politikós se puede traducir como ciudadano, y somos ciudadanos cuando reconocemos un destino común con el otro. Es momento de dejar las audiencias etéreas de Twitter y las batallas de hashtags para extender la mano al vecino, porque de su voto y del tuyo depende el destino político de corto y largo plazo.

Gira Telmex Hub: brindo por otras miles

Hoy acabó la tercera «pata» de la Gira Telmex Hub, que visitó Puebla, Mérida y Querétaro.

El equipo de PaseUsted/Genera se lució como siempre. Estos «niños» se están convirtiendo en una powerhouse de eventos y acciones positivas de marketing. Yo que insisto en invitar a los jóvenes para que decidan emprender negocios, prometo ponerlos de ejemplo en mis charlas siguientes. Todo el equipo que produjo estos eventos de manera impecable tiene entre 23 y 30 años.

Telmex y yo tenemos nuestras diferencias, pero aplaudo sin reservas esta iniciativa. Creo que lo mejor que puede ocurrirle a la juventud mexicana es que se rompa el círculo vicioso de los mensajes de violencia criminal y mezquindad política.

Llevar invitados del calibre de Jared Cohen, Perry Chen, Xeni Jardin y tantos otros extranjeros y locales que acercan una perspectiva nueva, amplia a una generación de jóvenes que necesita con urgencia nuevos modelos que imitar, es loable y necesita ser imitado.

Mientras en el gobierno federal se debate una reforma laboral que en algunas partes parece haber sido redactada por los sindicatos, parásitos de un pasado que dolería revivir; nadie parece reunir suficientes huevos como para plantear una reforma educativa, que haría innecesaria la otra.

Espero que haya más empresas que puedan plantarle cara a la desidia gubernamental, que prefiere las construcciones electoralistas antes de siquiera comenzar a pensar en construir un futuro menos polarizado y más próspero para el país.

Gracias por invitarme, quedé lleno de energía. Brindo por miles otros hubs. México necesita estar más conectado consigo mismo.

Biblioteca llena = cementerio

El domingo pasado estuve en un evento llamado «Más libros, mejor futuro» donde Barbie leyó algunos pasajes de libros de autoras locales ante una asombrosa cantidad de gente. Asombrosa si tomamos en cuenta el discurso recurrente sobre la lectura en vías de extinción.

Mientras pontificamos acerca de la indispensabilidad de la lectura para el avance de la Humanidad, la realidad dice que comprar un libro de $200 (unos USD15), está bastante abajo en las prioridades de una familia de 5 que vive con los hipotéticos $6,000 que les tocan según algunas luminarias gubernamentales.

Más allá de los útiles escolares, que cuestan y bastante, comprar un libro para entretenerse es infinitamente más caro que encender la TV.

Mientras tanto, en mi baticueva, filas y filas de libros que pueblan mi biblioteca juntan polvo y jamás van a ser abiertos por segunda vez.

Llevo un rato largo pensando en estas cuestiones, especialmente desde la aparición -con éxito en el mercado- de los lectores digitales como el Amazon Kindle.

Pienso que hay libros para guardar y hay libros descartables. Guardo las obras completas de Borges, inagotables; poesías y relatos que cambian según mi humor cuando las lea; biografías de inmortales con ojos que queman desde el sepia de sus fotos. Guardo libros que dicen quién soy o quién aspiro ser.

Hay otros libros que no resisten una segunda lectura, que al entregar el último punto perdieron todo de sí. Conozco libros que ni los autores creen propicio recordar; son sólo una salchicha más escupida por la planta empacadora de Gladwell & Co.

Sea cual sea el bando al que pertenezcan, todos comparten un potencial que mi biblioteca desperdicia: harían mucho bien ante los ojos ávidos de alguien, mucho más que juntando polvo en mi casa.

Tratamos a los libros con una deferencia innecesaria. Hacemos reverencias ante el totemlibro y no los separamos del conocimiento que representan y transmiten. En siglos pasados, una buena biblioteca era parte esencial del patrimonio familiar.

Tengo una propuesta: guardemos solo el 10%. Nos quedemos con los autografiados y algunos entrañables, algún regalo de alguien que viva en la misma casa y vaya a notar la ausencia. Regalemos el resto. Vaciemos las bibliotecas para que no se conviertan en cementerios de libros.

Yo voy a hacer eso. Sepa quien me quiera regalar un libro, que se lo está regalando a mucha gente.

*Autores: no se asusten, no voy a dejar de comprar, sólo voy a dejar de alojarlos indefinidamente en mi pared.

Para que el alma brille

Hay que andar despacio,
porque si no, el alma se cansa.
Si el alma se cansa, no brilla.
Si no brilla, no se puede ver desde arriba.
Y si no se ve desde arriba, Diosito no te puede cuidar.

–Sabiduría de una madre toba de Chaco, Argentina. Me lo contó «la Pili», que es una genia, y está escuchando a Radaid.

Nueve

Hoy cumplí 9 años en México. Llegué en 2002, a visitar la sucursal de una empresa argentina de desarrollo web, por 3 meses.

En esos 3 meses recorrí la ciudad, conocí a todo un muestrario de fauna urbana, volé en parapente por muchos rincones del país y me enamoré de esta tierra de hospitalidad feroz y promesas que se cumplen a un ritmo que parece lento, pero engaña.

Unos 15 días antes de tomar mi vuelo de regreso, la maleta llena de sonrisas, me invitaron a seguir trabajando en la oficina local, cosa que acepté con gusto antes que terminaran la frase.

¿Qué mejor manera de convertirse en expatriado que con 3 meses de vacaciones en el paraíso disfrazadas de proyecto de cotizador de seguros de autos? Y lo que siguió fue simplemente espectacular.

Hoy México es mi casa, es la casa de mi esposa y aquí nacerá mi hij@. Llevo 9 años conociendo su historia y su gente, entendiendo sus tiempos y moldeando mi vida a sus ritmos. Nuestros ritmos.

Mi México. Suena bien, se siente perfecto.

Medicina que mata y salva

Devastador y energizante. Cómo te sentirías y qué mensaje dejarías si tuvieras 51 horas de vida por delante?

Lucidending perdió la batalla contra el cáncer (linfoma) y después de años sedado/a va a morir el próximo martes, despierto/a y por su propia decisión.

Mientras muchos de nosotros pensamos en «subir a una montaña rusa» y «atajarle un penal a Maradona» cuando nos enfrentamos a la hipótesis de morir en corto plazo, esta persona sólo tiene a su alcance suspender sus calmantes y contar con unas horas de lucidez antes de tomar la medicina que suspenderá sus funciones vitales.

Curiosa definición de medicina, nunca más apropiada.

Encontrarse a uno mismo

Encontré esta maravilla de poema de Derek Walcott gracias a una conferencia de Jon Kabat-Zinn. Me gustó su simpleza y profundidad, casi como una admonición: llegará el día en que debas mirarte a los ojos. Llegarás.

Love after love
The time will come
When, with elation,
You will greet yourself arriving
At your own door, in your own mirror,
And each will smile at the other’s welcome,

And say, sit here, Eat.
You will love again the stranger who was your self.
Give wine. Give bread. Give back your heart
To itself, to the stranger who has loved you

All your life, whom you ignored
For another, who knows you by heart.
Take down the love letters from the bookshelf,

The photographs, the desperate notes,
Peel your image from the mirror.
Sit. Feast on your life.

~ Derek Walcott ~

Pobre 2011, la tiene MUY difícil

Las reflexiones de tipos satisfechos componen uno de los géneros literarios más aburridos que se conozcan.

Parece que la condición humana, o por lo menos una tradición arraigada muy profundo en nuestra cultura, exige que todo arte, toda expresión, nazca de algún desgarro interior.

Este no es el caso y esta fue suficiente advertencia, a partir de acá viene una cascada de autocongratulación y umbilicología.

Primero lo grande: me casé y todo alrededor del gran evento fue un sueñoviaje genial. Desde la planificación, el gran rejunte de amigos y familiares, una fiesta bru-tal y una luna de miel que no se acaba, todo lo que rodea a mi boda brilla en el punto más alto imaginable.

Sigue la vida en general: después de más de 15 años trabajando en empresas de diferentes tamaños, por primera vez pasé un año sin trajearme para ir a una oficina. Fue una experiencia espeluznante y muy educativa. No estuve totalmente inactivo, pero sí dispuse por primera vez en años de mucho tiempo para la autoexploración y el ocio relativamente creativo. También tuve oportunidad de dedicarle tiempo a proyectos como Pase Usted Genera y conocí gente interesante en el proceso.

Mirando hacia adentro, comencé a cuestionarme algunas creencias, por primera vez desde un punto algo más relevante que la rebeldía adolescente anti-religión-dogmática que habitualmente enarbolaba. Por primera vez me pregunté qué les enseñaría a mis -eventuales/futuros- hijos y me lo estoy respondiendo estudiando algunos textos budistas, una filosofía que (menos la parte mágicomística de la reencarnación) se acerca bastante a mi visión actual del mundo y nuestro papel sobre él.

Durante 2010 trabajé con gente que me enseñó mucho sobre nuevas industrias y mercados, y para 2011 surgieron proyectos que me entusiasman mucho, validando unos cuantos años de mantenerme en una línea clara y consistente. Hoy son más amigos que clientes y eso es lo mejor que me puede pasar.

Para el 2011 ya tengo en marcha algo de educación, parte para negocios y parte para el alma: un curso para vender en línea a PyMEs y compré una trompeta (!!!) como auto-regalo de cumpleaños. Ofrezco disculpas anticipadas a mis vecinos. Y creo que el producto que voy a vender en línea son tapones para oídos.

Soy un tipo con suerte en general (a pesar que en otras vidas me dí unos sustos bastante pesados), pero el 2010 fue DEMASIADO gentil conmigo, al 2011 le toca una tarea titánica para acercársele nomás (pista: comienza con be, termina con bé).

Treinta y cinco

Después de la última vez que saqué la cuenta, pasaron muchas cosas.

Los amigos siguen, y se sumaron algunos nuevos.

La arrogante presunción de saber qué quiero permanece intacta.

Reuní más historias para contar, y ninguna para callar.

Sigo con el ancla inquieta.

La mujer que por aquellos años dormía conmigo, ahora es mi esposa. En el camino aprendí que sí hay una diferencia.

La empresa que me desvelaba, ya no. Ahora me desvelan cosas más íntimas, mías, nuestras. Y hago bien.

Tengo treintaycinco. Se dice rápido, se piensa en calma.

Diez equipos, un dream team y una generación ausente

Cerró el primer (espero!) ciclo de Genera y para mí, el balance es 100% positivo.

Esto es un resumen de múltiples conversaciones que he tenido a lo largo de estos meses siguiendo el desarrollo del proyecto.

Quedé sorprendido por la notable conciencia social de los jóvenes emprendedores que participaron. En un México plagado de récords en industrias extractivas, alimentos y bebidas de nulo valor nutricional, cuasi-monopolios de servicios básicos y otras perlas de la actividad corporativa, es refrescante saber que hay una nueva generación que piensa en productos y servicios con impacto positivo en la calidad de vida de la población.

Esto me lleva a algo que dije en mi entrevista con ManagemenTV. Estos jóvenes no tienen ningún referente en el país. No hay modelos a seguir en el empresariado mexicano actual, lo que hace cada vez más apremiante desarrollar la próxima generación de emprendedores exitosos, para sirvan de ejemplo.

Entre los Slim, Servitje, Zambrano, Azcárraga y estos recientes graduados universitarios, México se ha saltado una generación de emprendedores, que hoy deberían estar entre los 35 y 50 años, con empresas en expansión internacional, con presencia fuerte en los medios y en la cosmovisión de los estudiantes entusiastas. Espero que las «30 promesas en los 30» de Expansión se pueble cada vez más de emprendedores y menos empleados corporativos (que tienen su mérito, pero su impacto -en mi perspectiva- es menor).

Me gustaría ver 33 Generas corriendo en simultáneo, uno por cada estado, impulsando 10 nuevos proyectos cada vez, aprovechando la experiencia de «nosotros los viejos» y poniéndole energía a la visión de chicos hambrientos de cambio.

Al equipo de Pase Usted, mis felicitaciones. Combinaron su gusto por organizar cosas grandes con la apuesta de meterse en un proceso largo y demandante, por amor al arte. Sospecho que el balance económico de todo esto habrá sido positivo en papel, pero creo que más allá de las finanzas, la dedicación evidente de todo el equipo vale muchos ceros más.

Cuenten conmigo para cuantas veces quieran repetirlo.