Og Mandino al desnudo

Un amigo me contó que a Og Mandino le gustaba quedarse en pelotas cuando dictaba sus libros.

La editorial donde trabajaba mi amigo tenía los derechos de las ediciones en español del autor, así que cuando el tipo se aprestaba a escribir, enviaban una dactilógrafa que tomara el dictado al mismo tiempo que la enviada de la editorial para el habla inglesa.

Cuando Mandino ya era un personaje conocido, lo instalaban en las amplias suites del Hotel Plaza de New York para que nada empañara su inspiración. Con cada libro se repetía el mismo ritual: mientras las chicas aprestaban sus máquinas de escribir y se acomodaban en sus escritorios, Mandino se despertaba y salía de la habitación completamente desnudo, a perseguir a las chicas.

Siempre el mismo ritual en el teléfono: una dactilógrafa llorosa, semiencerrada en un baño telefoneando a la editorial y renunciando en el acto, mientras que desde acá trataban de calmarla y darle tips para resistir las aceleradas del vendedor más grande del mundo.

Cada libro costaba varios boletos de avión imprevistos. Parece que nunca hubo dos libros transcriptos por una misma dactilógrafa. Igual se vendía bien, y las anécdotas son la mejor parte.

Og Mandino nude, literally

A friend told me that Og Mandino liked to dictate his books totally nude.

When inspiraton came, Mandino was sent to a huge suite in the Plaza at NY, along with two girls that would take dictation and transcribe in English and Spanish simultaneously.

My friend worked for the mexican editorial house and he told me it was always the same game with Og. While the girls prepped their wares, Mandino would come out of his bedroom totally naked and start chasing the girls.

Within minutes, a phone call from the bathroom and a sobbing girl quitting her job, while the mexican team tried to clam her and give her tips to avoid the advances from the greatest salesman in the world.

Every book resulted in extra plane tickets, and never one girl worked on two books. Whatever happened, Mandino was a bestseller anyway, and the anecdotes are priceless.