Hoy fue el desfile de las Fuerzas Armadas en México DF, como es habitual en el día de la independencia.
Miles de tipos de piel oscura, facciones duras y perfecto compás, mostraron sus colores y entrenamiento a un público que los saludaba y aplaudía. Son un corte a través de la sociedad mexicana, desde ingenieros estructurales extremadamente preparados, pasando por los cuerpos de enfermería y mantenimiento y llegando hasta los soldados rasos. Grupos especiales, como los francotiradores o los paracaidistas, también estuvieron presentes y cantaron muy fuerte sus himnos y marchas particulares.
Después de un siglo 19 turbulento y un siglo 20 vergonzoso en lo que respecta a la actividad de los militares en Latinoamérica, siempre me ha resultado fácil rechazar y condenar a los militares por su actuación histórica, interfiriendo las endebles democracias de la región para imponer sus métodos y prácticas represivas a una sociedad indefensa, aunque a veces tolerante, como los imbéciles chilenos que siguen clamando por el hijo de puta de Pinochet, y los -igualmente imbéciles- burgueses argentinos nostálgicos que no sienten vergüenza al decir «al final se dice mucho, pero en el ’78 se podía caminar por la calle, gracias a la mano dura».
Hoy creo que los cuerpos militares pueden ser la respuesta a la guerra contra el narcotráfico. Desconozco los principios filosóficos que restringen el uso de la fuerza militar para la seguridad interior, pero creo que si esperamos lograr algo para contener la violencia extrema que el narco plantea, se necesita la cadena de mandos clara, la estructura verticalista y el equipamiento de los militares, que a pesar de seguir siendo inferior al de los narcos (sospecho), es infinitamente mejor a la maraña de cuerpos de policía sobrealimentados y desarmados con que se les está haciendo frente actualmente.
(UPDATE: esos principios filosóficos rondan esta idea, y estoy más o menos de acuerdo con ella, pero sigo pensando que los cuerpos de policía mexicanos llevan ampliamente las de perder)
Creo que el soldado en servicio no tiene -no debería tener- las mismas debilidades que el policía promedio. No son miembros comunes de la sociedad y pagarles un café no es -no debería ser- suficiente para comprar su lealtad.
Eso sí, habría que establecer algún mecanismo de seguridad que les haga explotar la cabeza apenas aparezcan las primeras aspiraciones presidenciales. La profesión militar NUNCA es -nunca más- la vía para llegar a gobernar un país.
Qué peligroso, Andrés.
Justamente estaba tratando de alejarme de ese sentimiento, pensando que quizás no todos los militares del planeta son unos genocidas hijos de mil putas. Que tiene que haber una razón para que sigan existiendo, porque si sólo cometen atrocidades fronteras adentro, nadie los entrenaría ni equiparía.
Es un terreno difícil para un argentino. Para mí los militares son todos dictadores en potencia, condenables preventivamente con justa causa, pero quiero pensar que sería mejor si YO estuviera equivocado.
Es peligroso, hay una reflexión posteada por Eduardo Arcos que más o menos explica el por qué no emplear fuerzas militares fronteras adentro, pero se desvirtúa cuando ves quién fue el «estadista» que la pronunció 🙂
Las experiencias internacionales exitosas tienen algunos puntos en común entre ellos la inversión en programas en la comunidad, en vez de las fuerzas públicas (policías o ejércitos) y la rendición de cuentas a la sociedad civil para impedir la impunidad.
La cuestión no es quién esté a cargo, si es policía o ejército, sino ir contra la impunidad, que es la culpable de perpetrar la violencia.
Blu, el caso más renombrado es el de Sicilia. En AddioPizzo se listaron recursos para que los propietarios de negocios en Sicilia pudieran tener respaldo si no pagaban la «protección» de la mafia.
Es bueno, es positivo, sería genial poder hacerlo. Pero yo creo que se trata de dos bestias diferentes.
México no es el destino definitivo de las drogas que transportan estos tipos y aunque la sociedad se levante y se le acabe la tolerancia, seríamos sólo una molestia menor en su ruta al mercado de drogas más grande del mundo.
El rechazo social y la conciencia comunitaria poco pueden hacer para debilitarlos (creo, y ruego equivocarme).