Cómo enseñar historia

Durante toda mi vida leí como un poseído. Leí a Salgari con hambre de batallas y heroísmo. Sandokan declarando la guerra a todo el imperio británico para vengar la muerte de su amada Mariana.

Luego seguí con los corsarios, pero en el Caribe, tratando de seguir a Bouchard (el corsario argentino!), Morgan, el Corsario Negro y otros valientes por la miríada de islas donde se perdían, buscando puerto seguro. Como en el libro, en noches cerradas fui testigo del sitio de Maracaibo, mientras Carmaux y el hamburgués Wan Stiller disparaban balas encadenadas que arrasaban los puentes de los barcos enemigos.

Leía con fruición, con gusto. Cada descubrimiento abría un mundo insospechado. Cuando fue el turno de Wilbur Smith, aprendí del África profunda, de la historia salvaje y de las guerras por la libertad. Aprendí que shasa quiere decir decir agua buena en alguno de los dialectos de los pigmeos del Kalahari. Entendí por qué Rhodesia dejó de llamarse así. Yo estaba vivo cuando eso pasó y en mi casa había mapas que nombraban a Rhodesia, mientras que los más nuevos mostraban un nuevo país, Zimbabwe.

Mi tío Néstor y mi abuelo Luis tenían colecciones de libros sobre la segunda guerra mundial que devoré más tarde. «Cuando gritan las águilas» era el recuento los preparativos y acciones del Día D, en pluma de uno de los paracaidistas yankees que se la jugaron en Normandía.

Todo esto ocurrió antes de mis 12 años. Leí todos y cada uno de los libros que había en mi casa un par de veces al menos. Mis favoritos, no menos de ocho. Ni la Biblia se salvó, aunque tampoco ayudó mucho.

Y, curioso natural, también leía los libros de la escuela apenas los compraba. Libros de historia, biología, geografía, etc., todos resultaban devorados enre los últimos días de marzo y los primeros de abril.

El viernes ví 300, la película que cuenta una versión de la historia de la batalla de las Termópilas. Y la cuenta TAN bien, que jamás voy a olvidar quién fue Leónidas, aunque el recuento de bajas y la estética no hayan sido «las correctas».

Quisiera que alguien enseñara así la historia, y todas las demás ciencias. Que en este mundo de infinidad de estímulos simultáneos, 3D, caos y distracción, entiendan que las letanías de nombres y fechas, las listas de afluentes de los ríos y los componentes invisibles de las células, se merecen que alguien cuente mejor su historia.

Hoy sé más sobre la colonización de África que sobre las causas y consecuencias de la Guerra del Paraguay. Adivina cuál trataron de hacer que memorice.

2 thoughts on Cómo enseñar historia

  1. Excelente. Soy profesor de Metodos de enseñanza de la historia y este artículo me viene muybien.Gracias

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