Eso dijo cuando bajó del Everest. Siempre se autocalificó como un «tipo ordinario, de cualidades ordinarias». El apicultor neozelandés (o es con «c»?) que se trepó en 1953 a la cima más alta del mundo murió hoy a los 88 años.
Y aunque su nombre va a vivir por siempre en el Olimpo de los aventureros, junto a Scott, Amundsen, Livingstone y Stanley, necesitamos más héroes de estos entre nosotros. Necesitamos que estos «tipos ordinarios» nos inviten a mirar cada cima, cada polo, cada continente desconocido y pensar: yo podría conquistarlo.
Porque creo que ese es el significado último de «Humanidad»: si uno puede, TODOS podemos. Aunque en estos últimos tiempos, si miramos a Kenya y Darfur (y Colombia y Nepal y Pakistan y…), no parezca creíble.