Eskup: fishing for the bottom-feeders

Ayer en una mesa con notables de medios de acá y allá, me nombraron a Eskup por primera vez, preguntándome qué opinaba sobre el servicio (o modelo, supongo).

eskup

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De acuerdo a las explicaciones que me dieron en el momento -es parecido a Twitter, tiene algo de Facebook, El País dicta/filtra algunos temas-, mi reacción inicial fue sencilla: los medios tienen que aprender a insertarse en el discurso global de su entorno, en vez de intentar desviar incautos hacia sus aguas.

Después pude ver el site, una vez que llegué a mi casa: es como Twitter, pero con 280 caracteres y además permite agregar fotos y videos a los tweetseskups. Hay que registrarse en el site y permite exportar/inyectar tu actividad desde Eskup a Twitter y Facebook. En alguna parte de la explicación dicen que los temas de discusión se archivarán oportunamente, whatever that means.

Entonces llegué a mi segunda reacción: Eskup es Pownce 4 años después. O como el sitio de Moscú en invierno: una lección de historia mal aprendida.

Mi lectura -desconfiada, poco amistosa- posterior, coincide con una pista que pone Antonio en Error500: esta no es una comunidad creada para competir contra Twitter y Facebook, sino una manera de generar/curar contenidos periodísticos que le sirvan al diario. Desde el nombre «scoop» en inglés, que es más o menos equivalente a «primicia».

Por estos días estoy trabajando con algunas empresas que quieren subirse a «las redes sociales» con los menores dolores de parto posibles, y mi consejo se mantiene en línea con mi -enésimo- decálogo: entren como organización, eduquen a sus 10,000 empleados (de los que más o menos un 50% ya tiene perfiles en redes, etc.), conviértanlos en embajadores de la empresa, no se queden en gimmicks promocionales ni contraten suplentes externos (al menos no para suplantar a la empresa siempre). Es el camino más largo, pero el más sano.

¿Qué debería hacer El País, en vez de distraerse con proyectos como Eskup?

  • Enseñarle a su planta editorial que Internet no es el enemigo: 8 años después me sigue hastiando que «medios tradicionales vs medios digitales» parezca una discusión tan vigente. Sepan: se acabó. Son medios.
  • Enseñarle a quienes escriben día a día el diario que en la red, pueden encontrar un contacto humano antes vedado por poco práctico: que pueden lanzar preguntas y recibir respuestas inmediatas, pueden crear anticipación por las historias que escriben (salvo los de los obituarios), pueden validar hipótesis y hasta conseguir teléfonos que de otras maneras no conseguirían.
  • Educar a toda la organización para que el contacto en tiempo real con el mundo exterior pase a ser parte integral del negocio, que tanto los editores como los vendedores de publicidad integren la actividad en línea a su proceso de trabajo: la red no sólo amplifica las posibilidades de contacto del humano promedio, sino que también provee herramientas para gestionar esas relaciones eficaz y eficientemente. Además, hace poco conocí a Miguel Ángel Bastenier y me encantaría que esa mente formidable (y personaje locuaz) arrasara con Twitter.

En Twitter y en Facebook y en Wikipedia y en cada blog (hasta este!) hay gente que todos los días perpetran un acto de generosidad, compartiendo conocimiento, abriéndose a preguntas, descubriendo joyas en las grietas de Internet y pasando el link. Eso se hace sin expectativas de recompensa (en el 98% de los casos) y con enorme candidez. Conéctense con esa energía, en vez de tratar de generar chispas en el barro del fondo.

El verdadero valor de la red reside en la gente para quienes compartir es una segunda naturaleza, no en los que necesitan el jardín cerrado o el paraguas de una marca para recién pensar en aportar a la red. Es como si yo dijera que sólo aprenderé a pilotar autos F1 cuando una escudería me contrate. Cualquier niño en un go-kart me sacará vueltas y más vueltas.

Hay un universo de gente hablando, creando y compartiendo en línea, para encontrarlos basta con asomarse más allá de la octava columna.