…y también me estás haciendo superficial, inculto, distraído.
Ayer tuve dos conversaciones maravillosas, una en un café y otra en mi casa, que me hicieron reflexionar sobre el espacio que las redes sociales, e Internet en general, tienen en nuestra vida y cómo desplazan otras actividades potencialmente más enriquecedoras.
Ya que -culpa de Twitter y Facebook- no tengo el calibre académico-intelectual suficiente como para hacer tooodo un tratado del ser y el deber ser de nuestra relación con servicios y medios digitales, resumo esto en una serie de observaciones que pueden servir para descifrar qué me preocupa en este caso.
Recuerdo una noche de 2007 en que un amigo estaba de visita en México y otro recién llegado, organizamos una cena para nerds en un restaurant simpático que nos prestó su cava (supongo que no querían ponernos «front of the house»). En algún momento de la conversación de sobremesa, alguien mencionó un video muy cómico que había encontrado en Youtube. «¿Cómo, no lo vieron?» dio paso a que alguien sacara su laptop y la conversación mutó a 12 personas en semicírculo frente a la pantalla por la próxima media hora, siguiendo recomendaciones que cada uno daba para actualizarse en el mundo del video ocioso online.
Ayer en mi café con David Sasaki, coincidimos los dos en la necesidad de comenzar a reorganizar nuestras actividades online. «Quiero dejar Twitter de lado para leer más», lo cual suena ilógico solo por un segundo. Coincidimos en dos puntos centrales: la metralla de Twitter no alimenta neurona ni alma, y nuestros Kindle engordan sin medida ni perspectiva de adelgazar pronto. Queremos leer reflexivamente, reconocemos que es una actividad «superior», pero nos perdemos en la marea cotidiana de asuntos de otros.
Y en ese punto vino la revelación: recibimos presión de nuestro círculo social para saber lo que pasa en las redes. La manera en que suplantan (con mayor o menor habilidad) otras formas de interacción personal, hacen que, al menos en nuestro círculo de idiotas hiperconectados, muchas conversaciones circulen alrededor de «¿Ya viste lo que twitteó Fulano?» o «¿Qué te pareció la foto que pegué en el muro?». La conversación avasalla a la contemplación.
También ayer, pero más tarde, me visitó Juan Martín Medina, músico excepcional que lidera la banda de Julieta Venegas. Conversamos horas sobre la vida, las giras, el futuro y recibí una clase MUY detallada sobre qué se vive en un escenario y qué se escucha en los monitores. Con un nivel de pedagogía que solo alcanzan quienes treinta años después siguen enamorados de lo que hacen, me mostró un mundo que me era totalmente vedado.
Todo eso ocurrió mientras mi ISP tenía cortado un cable en mi zona y no había acceso a la red en mi casa. Otra frase clave: «Menos mal que no había red, si no hubiéramos estado comprando una cámara digital que necesito y te iba a pedir ayuda para elegir».
Entonces la red, y mi propia incapacidad para ponerle límites, conspiran contra las actividades que considero enaltecedoras. La marea constante de notificaciones, chillidos, vibraciones que brota de teléfono, tableta, laptop y últimamente cualquier aparato cerca o lejos (tengo un Fitbit), nos llama cual canto de sirena a este espacio de conversaciones más sintéticas, formateadas para el medio que impone sus requerimientos, 140 caracteres cada vez.
No es una derrota solo mía. Mientras algunos bastiones de texto largo se defienden denodadamente, el medio que más crece y muchos toman como ejemplo de adaptabilidad a las condiciones de mercado es Buzzfeed, una publicación donde ningún párrafo requiere interrumpir la respiración para leerlo en voz alta y el 90% de los títulos sugiere una listametralla de 25 fotos de gatitos que no deberías perderte.
Es tan completa la derrota, y tan rica en psicología inversa, que creemos que estamos ganando y nuestra manera de hacer las cosas es la únicacorrecta. Los herejes que no abracen este evangelio serán condenados a la hoguera de nuestro sarcasmo. Anoche Genaro Lozano, conocido columnista de temas internacionales, se quejaba amargamente por el ruido que emitía la sucursal de Liverpool Polanco, promocionando una venta nocturna. Se quejó por teléfono a la policía, que mandó patrullas poco exitosas (previsible). Lozano, harto, la emprendió en Twitter, incluyendo en sus mensajes a Liverpool, la Policía del DF y Marcelo Ebrard, el Gobernador de la Ciudad, para no recibir respuesta de ninguno.
Hola, ¿Marcelito? Qué gusto escucharte, ¿cómo estás, mi carnal? Oyeme, perdona que te llame a estas horas, dile a Rosalinda que me disculpo por interrumpirle el sueño, pero sabes que tengo un problemita: los salvajes estos de Liverpool están molestando mucho acá en Polanco, meten mucho ruido, mi buen. Tú sabes que no te marcaría si no fuera algo verdaderamente importante, estoy escribiendo un artículo para mañana y ya de tanta bronca se me teclan las cruzas. ¿Te lo encargo, carnalito? Échale un fonazo a la Poli o algo, no sé. Sale, bye.
–Nadie, nunca, a menos que le hayas financiado millones de votos en la elección que lo puso en su cargo. Pero quienes vivimos sumergidos EN las redes, ignoramos -a veces de manera voluntaria- las jerarquías y nuestra propia posición en la pirámide alimenticia, donde estamos al nivel del plancton.
Si bien no hay una obligación explícita de ser accesible o responder a nadie cuando uno participa en Twitter, la sensación generalizada es que mostrándose abierto y dialogando con algunos contactos se logra una mejora saludable en la imagen pública. Yo mismo abogo por que las empresas salgan de sus espacios confortables (y defendidos con mano férrea por su área legal) para participar en los espacios que los consumidores eligen para discutir sus productos.
Pero con todo esto dicho, no hay ninguna razón para esperar que EL GOBERNADOR DEL DF te vaya a solucionar el ruido que hace tu vecino a las 12 de la noche. Y al margen de las expectativas, ¡YO no quiero que eso ocurra! Por más que don Ebrard pueda poner a todo un call center para responder en su lugar en Twitter, su persona(je) no debe ser así de accesible al mismo nivel que Carlos el taquero ni el funcionario corrupto de la delegación Miguel Hidalgo que está a cargo de los ruidos molestos y no hace nada. Porque si hacemos un escándalo cada 6 años para elegir al tipo más idóneo para ese puesto, no lo vamos a distraer pidiéndole que repare el bache que nos jode camino al trabajo. ¿Y qué hacemos si no nos responde, se lo pedimos al Presidente?
Así de alarmado estoy, y quizás exagero, pero tengo esta sensación que permea mi conciencia de que estamos confundiendo el medio con el mundo, los tweets con la realidad, los nicknames con las personas. Estamos dejando de ejercer la imaginación, estamos reaccionando más que meditando, creemos que el mundo es el timeline. Y por nosotros, me refiero obviamente a mí mismo.
El cerebro actúa como un músculo. Si se ejercita, se fortalece. Twitter, Facebook, ahora Branch y sus parientes y amigos, son el equivalente a comer Doritos frente a la TV. Creo que necesito salir a correr a un café con amigos.
Preocupa que nuestra relación con el mundo y los demás esté filtrada por vacíos tweets y updates, que además ocupan una cantidad preponderante de nuestro espacio mental.
Cada vez es más difícil poner atención aún en conversaciones, basta mirar en una conferencia o charla la cantidad de miradas perdidas en el smartphone, tweeteando sobre lo interesante de la plática que no se está escuchando.
Preocupa también la caja de resonancia y lo limitado que se termina haciendo el mundo, irónico.
¿Estas preocupaciones se están esparciendo? ¿Veremos en algún momento un back to basics o algún movimiento pseudo-hippie a favor de unplugging?
Me encanto tu post, estoy muy de acuerdo contigo.
Yo pienso igual y aveces me tachan de «desconectada»… porque en las noches prefiero leer un libro a pasarme el tiempo en el FB y twitter.
Saludos.
Efectivamente, la dependencia nos ha alcanzado en niveles que no imaginabamos.
Es el punto en el que te sientas y de vez en cuando lees tu TL y dices: ¿a mi que carajo me importa si @kdfjdkjd se pintó el cabello o si @kfjdfdf lanza indirectas para alguien que obviamente no soy yo? Las noticias se repiten una y otra vez en las actualizaciones y puedo verlas hasta por 3 días circulando en el mismo lugar.
Creo que deberíamos tomarnos un «break» conciente de que ese tiempo podemos ocuparlo en algo que nos alimenté…en aprender algo, en ordenar nuestras ideas y volvernos burocráticos, como ponernos un horario o decidir que ciertos momentos, como menciona Celeste en su comment, necesitamos desconectarnos.
Buen post! saludos.
Excelente post. Nos retrataste a todos. ¡Abrazo grande Andrés!
Nos quejamos todos en Twitter a @m_ebrard porque ha podido convencernos que nos está escuchando … algo que no ha podido lograr otros funcionarios/órganos públicos del gobierno. Un amigo propuso tomar fotos de una calle (digamos Álvaro Obregon) con explicaciones de todas las leyes violadas y a que autoridad se corresponde cada violación. (Ruido, coches estacionados sobre la banqueta, basura que no ha sido recogido, edificios construidos sin permiso, arboles talados sin permiso, falta de acceso para discapacitados, restaurantes sucios, etc.) Me parece una muy buena propuesta.
Estoy de acuerdo, tengo que buscarme un trabajo de verdad y dejar el social media. xD
¡Un beso!
Es irónico que mi primera idea fuera publicarlo en mi perfil.
Excelente análisis sobre la sobrevaloracion de las redes sociales dentro de la sociedad (valgase la redundancia) y la extincion del razonamiento.
Jefe… perdona… qué es ISP? Jeje. Puedo deducir por el contexto pero me he dado cuenta «irónicamente» que en definitiva la actualización es urgente.
Me encantó el post!! me resulta gratísimo leerte de nuevo! Y al paso de los años, me sigo negando a abrir mi twitter 🙂
uyy que buen post com siempre, no eres de los que escribe seguido, pero vale la pena esperar cuando lo haces… jajaja y si esto va par mi facebook, a ver quien lo lee y le cae el veinte, que a mi apenas me cayó