Un inventor, mientras buscaba y refinaba una cura para el cáncer (que parece viable), descubre accidentalmente que puede usar agua salada como combustible.
Al usar un rayo de microondas sobre una probeta de agua salada, se disocian las moléculas de agua, liberando oxígeno e hidrógeno, con la posibilidad de producir llamaradas de alta temperatura.
Lo descubrí en el blog de mi queridísima B.L. Ochman.
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