Mi música favorita

Mi música favorita es la que me cuentan.

Shakespeare dice en El Mercader de Venecia (gracias, JP Rangaswami):

The man that hath no music in himself,
Nor is not mov’d with concord of sweet sounds,
Is fit for treasons, stratagems, and spoils;
The motions of his spirit are dull as night,
And his affections dark as Erebus.
Let no such man be trusted. Mark the music.

Aquel hombre que no tiene música en sí mismo,
Que no se conmueve con la armonía de dulces sonidos,
Es materia de traiciones, estratagemas y ruina;
Los movimientos de su espíritu son sordos como la noche,
Y sus afectos, tenebrosos como Érebo.
No se confíe en ese hombre. Escuchad la música.

Hace años que leo MUY poco en papel. Escanear una pantalla y absorber millones de datos sueltos y frases inconexas en un par de idiomas no es leer como a mí me gusta. Hace un tiempo que vivo con la sensación apremiante de estar alejándome de la literatura que me gusta, culpa de la suma de actividades con las que se llenan días y noches. Y culpa mía.

Hace pocos días me reencontré con Eduardo Galeano, gracias a «Bocas del tiempo», y fue como sumergirme en una sinfonía de susurros, colores, aromas y sabores de toda Latinoamérica. Galeano tiene la habilidad de hacerme vivir sus relatos con una lágrima presta, de hacerme envidiar su memoria, su historia y las manos que estrechó.

Más que los fados de Ana Moura, más que la voz de Bobby McFerrin, mejor que Coltrane, descubrí que la música que más me gusta es la que vive en historias que me cuentan. Música de guitarras templadas a orillas de un río, de voces que gorjean en una noche blanca en Pigalle, Caetano Veloso en una balsa y un Jobim silencioso, callando cervezas.

Galeano compone mi música favorita, la que me hace querer leer de nuevo. Jamás me voy a quedar sin música.

Para darse un gustito y encontrar la excusa perfecta para comprar el libro: se pueden leer varios fragmentos online y bajarse un ebook.

My favorite music

My favorite music is that one someone tells me about.

Shakespeare says in The Merchant of Venice (thanks, JP Rangaswami):

The man that hath no music in himself,
Nor is not mov’d with concord of sweet sounds,
Is fit for treasons, stratagems, and spoils;
The motions of his spirit are dull as night,
And his affections dark as Erebus.
Let no such man be trusted. Mark the music.

I haven’t read many actual books in years. Scanning a screen and absorbing millons of loose bits and unconnected phrases is far from what I like to call reading. Since a while ago I live with the pressing sensation of getting farther away from the literature I like and enjoy, because of all the activities one accumulates, that fill days and nights. And because of me.

A few days ago I met again with Eduardo Galeano, through his book «Voices of Time«, and I found myself immersed in a simphony of whispers, colors, flavors and aromas from around Latin America. I feel I live every Galeano’s story, I envy his memory, his life and the hands he held.

More than a fado by Ana Moura, much more than Bobby McFerrin’s voice, better than Coltrane, my favorite music comes from the stories I’m told. Music from guitars lying by a river, voices singing on a white night in Pigalle, Caetano Veloso on a raft and a silent Jobim, quietly caressing a beer.

Galeano composes my favorite music, the one that makes me want to read again. I’ll never be out of music anymore.