Juan Villoro es un poco tonto. No es machista, no es un incendiario, ni es un mesías. Es un atolondrado.
Escribió una columna en GQ -una revista que no se caracteriza por ser un baluarte de la alta literatura- donde afirmó que el mundo de las relaciones públicas está formado por fauna que se puede clasificar como «algo más que una edecán, algo menos que una ejecutiva«, y que «no he encontrado ninguna capacitada para resolver un problema. Su habilidad consiste en transmitirlos«, entre otras joyas.
Inmediatamente, hordas de profesionales de las relaciones públicas pusieron el gritito en el cielo. Cómo se le ocurre a este fulano que puede proferir semejantes improperios en una revista cuyo contenido es 80% press release!? Se preguntaban, desconcertados.
La gente de relaciones públicas comparte con abogados y publicistas el dudoso honor de no ser demasiado creíbles a primera vista. Su rutina diaria consiste en impulsar notas / sentencias / productos que probablemente no verían la luz sin un poco de ayuda.
Por eso -creo- ahí está el problema. No se trata de lo que dijo, sino de dónde lo dijo. GQ y muchas revistas similares, viven de un incesto permanente entre su contenido y sus anunciantes. Desde la cobertura de un desfile de modas, hasta las típicas páginas de «lo que se usa» con indicación de precio y dónde comprar, la separación entre editorial y comercial se borronea con tanto champagne.
Por lo menos ahora que Villoro tiene el pie en la boca, no podrá seguir mordiendo la mano que le da de comer.
Dumb journalist kicks PR gals, ruffled feathers ensue
Juan Villoro published a blanket insult for the PR folk in a GQ Mexico column. The backlash was pretty big and nasty.
Dumb Villoro, he didn’t notice he wasn’t writing for the Washington Post, but GQ, not the poster child of editorial excellence, at least in Mexico.
With his foot in his mouth, he will not be able to bite the hand that feeds him for a while.