Mi pequeño blogger interior

Lo de Verborragia no es chiste. Siempre tuve un desmedido deseo de decir lo que pienso sin ataduras. Siempre lo hice, a veces me fue bien, otras veces fue un desastre. El fenómeno de los blogs me fascinó desde que lo encontré entre insomnios en el 2000. Me subí relativamente tarde al tren porque antes del 2004 miraba la red desde otra perspectiva (80% geek – 20% programador, ahora me siento más animal comunicador, aunque lo geek no se saca tan fácil).

Hasta ahora no me alejé demasiado de la idea del blog catártico y parcial. He escrito lo que se me ocurre, he reflejado algunas curiosidades que encontré en la red, no antes que otros, y soy el tipo que más sabe de engrapadoras.

Pero leyendo a Arcos y sus razones para desalojar a alguien de su lector de RSS, se me ocurrió que ya es suficiente ombliguismo. Al final, uno (al menos yo) siente el deseo de expresarse libremente para llegar a otro sin filtro. La libertad por la libertad misma no alcanza. Gritar al borde de un acantilado es bueno para limpiar los pulmones, pero no para dejar una marca en el planeta. Quiero -intentar- influir en otros. Si tengo tanta confianza en mis opiniones e ideas, quiero creer que le pueden servir a alguien más que a mí mismo.

Entonces me pregunto qué voy a hacer para cambiar. Hay algunas cosas que sé que no quiero hacer, por ejemplo dar las noticias del día, como ya hacen honrosamente tantos sites. O hablar de programación, CSS y standards, o de gadgets y gizmos, aunque algunos me gustan.

Voy a intentar redirigir mi proyecto de blog, voy a intentar capitalizar un poco en las vueltas que dio mi vida, voy a mentir un poco, voy a confesarme otro poco, voy a contar historias.

3 thoughts on Mi pequeño blogger interior

  1. Las palabras son perras negras que te siguen o no. Así de simple.
    En mi caso no sé bien que escribo, pero no podría vivir sin hacerlo.
    Espero ansioso leer/ver/escuchar sus buenas historias.

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