Encontré un diálogo en La Cosa Húmeda entre un supuesto embajador de un país occidental y un representante de los islámicos ofendidos.
Me gustó porque es un buen ejercicio de imaginación y retórica, pero tiene una falla esencial: cualquier persona capaz de emitir ese enérgico discurso, con tan convincentes argumentos, podrá conseguir cualquier puesto, menos el de marioneta oficial.
Eso, y que a la segunda vez que el mediooriental notara que lo interrumpían a media frase, sacaba su cimitarra y lo pasaba a degüello.