Encontré un post en el blog de Mariele que me llamó la atención. Un tal NAXO FIOL discute sobre las contradicciones entre la corriente anti-yankee imperante en el mundo»ilustrado», y la excesiva atención que recibe el cine de Hollywood. Ve y vuelve, es buena lectura.
En cine, detesto el argentino. Con sus pretensiones de sensibilidad, estética y complejidad, se olvidan de lo minúsculo del público al que permiten conectarse con sus historias.
El europeo me deja frío. He encontrado maravillas como «Los ríos de color púrpura», «Ta toi» (o algo parecido, «Que te calles» con Jean Reno y Gerard Depardieu), y algunas joyas del cine británico, pero el cine europeo en general no me convence. Mientras más entienda el idioma, más puedo disfrutar de la obra y descubrir expresiones, slang y guiños que de otra manera me están vedados. Prefiero el cine británico al francés, y éste al checo.
El cine en español, sea del origen que sea, contradice mi última frase. En español detecto los tonos falsos, las actuaciones pobres y las frases hechas. Cuando usan mi idioma siento la película terrenal y mundana.
Eso nos deja en Hollywood. La gigantesca máquina de escupir películas es criticable desde la perspectiva de un intelectualoide que pretende equiparar un guionista yankee con Shakespeare.
Pero a mí esa distinción no me preocupa, considero que a cada arte le corresponde un lugar y un «uso».
Se producen en el mundo miles de películas por año, contando una historia que tendrá una vida efímera en la atención de la gente y algo más de sobrevida en las garras de algún coleccionista.
Por el contrario, existe un número finito de obras de Van Gogh, sus copias no resultan valiosas de una manera comparable, muchas se exhiben permanentemente en museos y requieren un diferente estado de contemplación para apreciar plenamente la obra.
Prefiero mil veces más un película con una adecuada dosis de explosiones, intriga y presupuesto a cualquier cinta «artística» cuyo desorientado director sea tan valiente como para poner a Björk en el casting.
Cuando quiero pensar, dar rienda suelta a la imaginación, aprender y descubrir, me busco un libro.
Al cine le exijo que me entretenga, me cuente cosas, me distraiga, me muestre. Si no fuera que se ve bastante mal en los círculos mayoritariamente latinos y judeocristianos en que me muevo, todo el cine que consumiría sería porno.