Mensajes de correo electrónico, mensajería instantánea, SMS, emails al celular, y desde él. Correo de voz, post-its, hasta gritos forman parte de la famosa «convergencia» de medios y tecnologías.
Como tecnócrata recalcitrante, durante años pensé que la convergencia se daría a través de un aparato y un protocolo de comunicación. Un solo dispositivo que nos permitiría enviar mensajes de voz, datos, navegar por redes, crear y transferir documentos, etc.
Ahora que estas actividades -individualmente- forman parte de la vida diaria de millones de personas de este lado de la infame digital divide, me doy cuenta que estuve errado todos estos años.
La convergencia está en emisor y receptor. El dispositivo, el protocolo, la tecnología subyacente es irrelevante. Dependiendo de dónde esté o qué herramientas tenga a la mano, yo elijo el medio más apropiado para establecer una conversación con alguien al otro lado del mundo.
Si necesito que la conversación sea en tiempo real, llamo a su teléfono; si el mensaje puede esperar, mando un email; si sólo tengo un browser al frente (en terminales de aeropuertos, por ejemplo), envío un SMS a través de la página de su compañía celular; si tengo mi Palm con conexión inalámbrica (mi Palm no es muy apta para navegar), mando un email a su celular o cuenta normal, dependiendo de la urgencia.
Allí está la convergencia: mil maneras de hacer llegar el mensaje. Con la variedad de canales disponibles, la mejor herramienta para aprovecharlos es una agenda de contactos amplia y actualizada. Lo que importa es que el mensaje llegue, y a tiempo.