El último trabajo

Sabía que algo andaba mal. Ecos de quejidos lastimeros aún resonaban tarde por la noche, cuando el whisky borroneaba las manecillas del reloj.

No importa la hora, igual sé que es demasiado tarde -pensaba mientras se echaba en la cama, rogando que no se pusiera a girar esta vez.

Un martes cualquiera, una ciudad cualquiera. Un día gris, como tantos, él decidió que era el último.

No podía seguir con lo mismo. Todo era rutina, su vida se fundía en una nebulosa, sin notas disonantes, ni variaciones de ritmo. Levantarse temprano, meterse trabajosamente en su ropa gastada, caminar al trabajo, viendo la ciudad envejecer; volver por la noche, cenar frugalmente, sentarse frente al televisor con la esperanza de encontrar algo que valga la pena ver, desistir y buscar el whisky.